LOS 12 PORTALES DEL ALMA (parte 1 – CALMA)

LA CALMA

(DAVIDA-RED) HUMANIZANDO LA VIDA

Cuando uno se interioriza, se vuelve inclusivo. Esto significa contar con uno mismo. Luego, cuando uno se exterioriza, se vuelve participativo.

Uno puede participar y dar sólo cuando se ha reconocido y se ha aceptado, sólo cuando uno es uno, uno puede sumar con otro y hacer dos. La primera suma que uno hace en la vida es la suma interior; este es el primer movimiento; el segundo movimiento es conquistar la soledad para reconocerse, para aceptar la propia compañía, para seguir interiorizándose hasta ver que más allá de la soledad había un lugar de infinita paz que llamamos la serenidad; y es allí donde habita el ser que es inmodificable, inmutable, indivisible, y que es siempre igual a uno; allí somos la totalidad. Después viene un tercer movimiento, es de exteriorización, porque la función del alma es dar, es servir y entregar.

Es entregar el tesoro interior que habita en el alma de cada uno de nosotros. La nota clave del alma es la calma. La calma es la evidencia del alma en las relaciones con otros, viene del reconocimiento interior, tiene raíces en el corazón y es una estructura relacional supremamente contagiosa. Si tenemos calma ésta se contagia automáticamente. La calma es el sendero del medio, es el equilibrio. El sendero del medio siempre está en el presente; es el sendero del ahora, y la meta cambia día a día; en él toda verdad es relativa. Es aquel que rescata el observador, porque desde el punto de vista de la física las cosas no son como son, sino que depende del lugar desde donde se miren. Pero como todo es mutable, el lugar cambia permanentemente.

Buena parte de la pérdida de la calma se debe a que nosotros nos quedamos estructurados en una verdad absoluta o se debe a que nosotros no aceptamos que la mutabilidad es lo único permanente; que todo es cambiante, salvo el observador y este observador es el alma que refleja el espíritu.

Cuando estoy en una relación momento a momento; cuando sé que tus necesidades no son las mismas que ayer, cuando no me condiciono; estoy contigo en la libertad. Ahí nuestra relación produce calma. Generalmente nuestras relaciones son de expectativas y ahí hay mucha turbulencia exterior.

La expectativa es el debería ser de la relación; lo otro es el anclaje al pasado, que es la programación. Sólo en presente una relación puede ser equilibrada, porque el equilibrio en el tiempo es el presente, y en el espacio son las justas proporciones. Estas significan que mi código de lectura cambie como cambia el contexto. El único que puede vivir el contexto es el observador; cuando soy el observador me estoy convirtiendo en el centro del universo, cuando soy el centro del universo rescato mi poder; y cuando rescato mi poder interior ya no estoy sujeto a la incertidumbre de ser una veleta al viento, tengo el ancla en mi corazón, entonces aunque afuera haya tormenta, el barco no puede naufragar, porque en el fondo del corazón tenemos el máximo movimiento, que es la máxima quietud; la máxima velocidad es la máxima quietud.

El máximo alcance y la máxima pertenencia se da en el fondo del corazón de un hombre. La calma se produce siempre cuando una persona es capaz de conmoverse; sin conmoverse no existe la calma. La calma surge de las raíces del ahora y del aquí. La calma es confianza viva permanente y activa, que nace siempre en el corazón; es conquista permanente.

La máxima perturbación de la calma es la inmovilidad paralizante que viene del temor, que viene de la indiferencia y de la falta de compromiso porque esto cierra las puertas del alma.

Para abrir las puertas del alma hay que despejar las nubes de la confusión, las cuales son:

  1. Creer que no estamos confusos: Ese es el orgullo espiritual, este se vence con la humildad y esta es reconocer mis zonas oscuras. Creer que se sabe, es el peor signo de la ignorancia. El principal indicio de iniciar el sendero del discípulado es reconocer la propia ignorancia. La ilusión que se opone a la calma, es la ilusión del conocimiento.
  2. La falsa identidad: Cuando creemos que somos el cuerpo y creemos que el sentido de la vida es el placer, el poder y la salud; entonces cualquier enfermedad o perdida se vuelve una catástrofe. Debemos aceptar la ley de la impermanencia. Cuando vemos que las cosas son complementarias entonces se nos acaba un motivo muy grande de pérdida de calma que llamamos irritabilidad y crítica.

 

Hay una causa por la cual no logramos ni la calma ni la paz, ni la soledad que necesitamos, y esa causa la llamamos separatividad, es la gran ilusión de creer que existen cosas mejores o peores; que existe arriba y que existe abajo.

Cuando vemos la vida desde todas esas polaridades, siempre asumimos la posición de víctima y automáticamente estamos juzgando. Cuando soy víctima siempre tengo un culpable adentro y cuando soy culpable siempre tengo una víctima adentro. Si no renuncio a ser víctima no puedo renunciar a ser juez y si no renuncio a ser juez, no puedo renunciar al separatismo, el cual es el pecado capital de la evolución y es la violación de la ley esencial de la creación que es la unidad de todos en Dios, en la conciencia de Dios.

¿Cómo reconocer la calma? ¿Cómo reconocer las relaciones armónicas? ¿Cuáles son las relaciones armónicas?

Son las que se dan no desde el prejuicio, no desde la culpa, sino desde la plena fluidez del presente, son las que permiten disfrutar del otro y servirle al otro con placer; son esas relaciones en la que uno busca automáticamente alguien con el que uno se sienta bien, que no se sienta ni por debajo, ni por encima del otro.

El separatismo es apego. Cuando niego tu libertad esa es una relación de dependencia y ahí nace el sufrimiento.

Hay dos ruidos grandes que nos hacen sufrir: La ignorancia y el apego o separatismo. Si no conquisto la calma no accedo al alma. Debemos sentir que cada persona que no nos guste, es nuestro lado oculto. Es aquello que necesitamos en aquel instante, para complementarnos; es aquello que necesitamos para poder mirarnos en el espejo de la vida y poder complementarnos.

Un discípulo es un aprendiz de la vida. La vida del discípulo es la vida de el que conquista la calma aún en medio de la tempestad, porque es la vida del que sabe reconocer   en la dualidad la unidad esencial. La vida del discípulo es aquella que es capaz de elevarse al polo del misticismo en una meditación o en una oración, pero enseguida ser capaz de estar en una fiesta con la familia. Es una vida dual pero en una unidad del alma y personalidad.

Nosotros tenemos en la evolución cosas del alma y de la personalidad, la mayoría de las cosas que hacemos son de la personalidad; así como el cuerpo respira y come, el alma se expresa obviamente a través de la personalidad que tiene actos cotidianos que no podemos llamar como espirituales, pero simultáneamente en el seno de esa personalidad se están dando cosas sagradas.

El discípulo es aquel que es capaz de ver lo sagrado en lo cotidiano; es aquel que es capaz de reconocer que la imperfección no está afuera sino en su corazón; es aquel que reconoce que cuando hay algo no perfecto, es porque se está viendo con ojos no perfectos; es aquel que reconoce que cuando rechazamos el mundo, hay algo que rechazamos de nosotros mismos; que no es posible de rechazar a nadie sin que simultáneamente estemos rechazando internamente algo de nuestra propia vida o conciencia.

El discípulo en síntesis es el que emprende un recorrido por si mismo, que se caracteriza por la capacidad de vivir en soledad – la compañía interior – por la capacidad de conquistar en la serenidad la presencia interior del alma y por la capacidad de proyectar la luz del alma a sus relaciones para transmitir la calma.

Podemos decir que hay calma no cuando hay calma afuera, sino cuando en la relación se proyecta el alma. La calma es la ciencia de la proyección del alma a la relación con el mundo y con la gente. Correctas relaciones humanas son relaciones que reflejan el alma y no la personalidad.

En los momentos en que no hay ninguna recompensa por la acción, en esos momentos se está filtrando el alma. La calma sólo es grupal; es un atributo grupal. Si trabajo contigo desde el alma y no por la recompensa, en ese momento el poder de mi alma se multiplica y mi poder es sanador, pues ahí está Cristo. La calma es la coherencia en la relación; es no separatividad; la separatividad es la madre de todas las ilusiones.

Debemos reconocer cuándo perdemos la calma. Cuando la perdamos, busquemos el elemento de separatividad y démosle un nombre sea así por ejemplo: Juicio, miedo, rechazo o expectativa. También tenemos que reconocer los momentos sublimes que se aproximan a la calma. Es en el perfecto olvido de sí, donde reside el secreto de la calma, ahí es donde el alma puede manifestar su perfecta luz. Mientras más olvidados estemos de nuestros pequeños asuntos, más cerca estamos de la paz del alma.

Practiquemos haciendo una cosa al día que no tenga ninguna recompensa. Una actividad clandestina o un acto de amor en el que no se tenga ni siquiera oportunidad de recibir las gracias, para luego descubrir cómo nos sentimos.

Desprendernos de algo, esa es la lección del desapego. Pues así siembro un imán en mi corazón que está atrayendo la luz del alma. Dar sin recibir nada a cambio. La recompensa es luz del alma. La calma es una conquista que se va dando cuando hay renuncia a lo personal, todos los días. No es en las grandes renuncias, porque esto es masoquismo . No se trata de que renuncies al dinero, a la familia , al trabajo , al placer o la diversión , sino se trata de que todo cumpla el rol para el cual fue asignado. Es la justa proporción de las cosas.

No es tener que renunciar a los asuntos mundanos de la vida, sino poner cada cosa en su lugar. Luego describir los momentos genuinos en los cuales tuvimos calma; preguntándonos: Dónde estábamos? ¿En qué ambiente y con quién? ¿Qué hacíamos? ¿Qué tan lejos estabamos de la vida cotidiana y de nuestros pequeños asuntos? ¿Que tan lejos estabamos de los asuntos que no son transcendentes para el alma?.

Vamos a descubrir que hay cosas terriblemente simples: por ejemplo, respirar, el olor a la tierra mojada, oler el musgo o las flores, tomar los rayos del sol, acariciarse con el viento y otros. Cuando uno se mete en el presente, descubre que hay cosas sencillas que dan felicidad. Cuando uno no vive pendiente de la recompensa y cuando se renuncia a la recompensa, en ese pequeño instante del olvido total, en el que se está lejos de un rol externo y se asume un rol interior; en ese instante se filtra la luz del alma, y en ese instante somos capaces de tener relaciones en calma.

La unidad es siempre embriaguez, la embriaguez en el sentido del éxtasis, es la capacidad de recuperar el sentido de la unión. Si no vamos embriagados, si no vamos apasionados por la vida, soñando el proyecto de fusión con el otro, pensando en hacerle el amor a la vida en cada instante, entonces hemos perdido la unidad.

La calma es la relación en un instante de embriaguez interior; en la que estamos en éxtasis, porque estamos contemplando el mundo desde el alma y el alma sólo contempla el mundo desde el éxtasis , a través de una ventana que es siempre el presente; en el presente está la eternidad.

Extasis es la eternidad del presente vivido desde el alma.

No juicio, no programación, no expectativa, es lo que debemos desarrollar; pero como eso es terriblemente complicado, debemos hacer una trampita que consiste en recordar los momentos de calma y re – editarlos en nuestros pensamientos, en nuestro sentir, en nuestra vida cotidiana. Si me produjo calma oler una flor o dar limosna a un mendigo sin que nadie me viera o hacer un sacrificio, voy a re – editar ese sacrificio; pues ese sacrificio es sacro – oficio y es aquella actividad que produce calma en la relación.

Dediquémonos a construir desde el corazón relaciones que se revelen en calma. No sirve la paz interior sino se traduce en la relación; si no se traduce en un cambio real de la vida cotidiana y en un cambio en el arte de vivir; todo lo demás es realmente producto del orgullo espiritual y contribuye más a separarse que a realizar el ritual de la vida, que es la fusión. Ojalá pudiéramos renunciar a muchas de las cosas que sabemos y conocemos para poder vivir en calma .Vivir en calma es construir la red de la creación y ser creadores.

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