Hay un momento en que la vida me rompió los esquemas, me dejó sin las que yo creía que eran mis pertenencias en ese momento, mi vida se resquebrajaba y todo lo que pasaba fuera era algo que venía de un sentir interior. A veces no entendemos más de nosotros, de nuestro sentir. ¿Por qué había cosas en mi que no entendía? El yoga me afinó hasta tal punto que abrió las puertas a la comprensión de cosas que latían dentro y que por pudor o vergüenza no me permitía sentir. Hemos aprendido muy bien a tapar las heridas, a mirar hacia otro lado, a no querer saber más, y convivimos y sobrevivimos con ello ahí obstaculizando nuestra vida. Pero somos guerreros y pensamos que la lucha es la única dirección posible, así que entendemos el mundo como eso mismo alejándonos más y más de la fuerza del amor. Estos dos años de Formación de Kundalini Yoga se resumen en una no huida, más bien en todo lo contrario. No más hacer fuera sin escuchar lo de dentro, no más llenarme de planes para sentirme mejor, no más buscar sin escuchar lo que mi alma anhela, se convirtió en la aventura más increíble de mi vida conmigo, me volví valiente.
Un día practicando Kundalini Yoga me rompí en clase, había algo ahí que me resonaba con fuerza, el poder de la práctica es muy revelador.., sin aquellas clases nunca habría tocado la tecla que me hizo entrar de lleno en el cuidado de mi misma a un nivel de conciencia que hasta ese momento desconocía. Los otros nos dice que nos cuidemos, y nos pasamos la vida creyendo que sabemos lo que significa pero no tenemos ni idea. Aprendes muchas cosas, a soltar creencias que no te ayudan, y a tomar todo aquello que consideras que va siendo bueno para ti, para tu vida, para tu día a día. Aprendes a desaprender, a recuperar el tiempo presente que está tan sobrevalorado, a sanar lo que pensabas que ya estaba sanado. Y aceptas lo que sientes, sin salir corriendo, sin herir a nadie, todo contigo y nada más sin ti. El respeto a tu templo, a tu cuerpo, a tu mente, a tu ser más puro. Se abren espacios que antes nunca imaginaste y pasas de estar asustado, a entender que aquello que aprendes no sólo es bueno para ti, sino para el mundo. Por eso me animé a escribir, yo no quería ser profesora de yoga, y esto es algo que ya me contaron a mi cuando empecé, pero una fuerza más grande te empuja a compartir lo vivido, lo experimentado. Llega un momento en que sabes que ni tú ni yo somos perfectos, y nos lo permitimos porque cada uno tiene su propio sentir, y empiezas a respetar eso por encima de cualquier otra racionalidad.